viernes, 7 de noviembre de 2008

Crisálida


Se percató de que era la segunda vez en pocos minutos que se acercaba al espejo y, tirando con el índice de sus acusadas ojeras, buscaba una tonalidad distinta, un indicio de algún mal o enfermedad, y se sintió un poco ridícula. Aún paladeaba el sabor a alcohol y excesos y trató de recordar qué había bebido- haberse preguntado cuánto, habría sido como lanzar un globo al aire; perdió la conciencia a las pocas horas de estar allí-, y también de labios de quién lo había hecho, aunque todos los intentos por volver a la noche anterior resultaron estériles. Se sentó en una silla y vomitó repentinamente sobre sus Louboutin.
-No, no y no... ¡mis Loboutin no!- dijo mientras se arrodillaba en el suelo y trataba de enmendar semejante desaguisado, aunque se dio cuenta de que esas punzadas de dolor que en otras ocasiones le habían doblado cuando sus cómplices en la conquista habían sufrido algún desperfecto, se habían suavizado hasta apenas convertirse en un leve cosquilleo.
Se duchó, se puso una camiseta de tirantes y unas braguitas y fue a recostarse al sillón. Se quedó dormida.
Cuando despertó, lo hizo con un sobresalto y comenzó a llorar. Se acercó al espejo de cuerpo entero de su habitación, sacó la lengua y se la examinó.
-¡Joder!, tercera vez que busco síntomas de enfermedad. ¡Tengo una resaca de caballo y punto!- se dijo alzando la voz.
Pero se quedó muda al ver la imagen que le devolvía el espejo, ese en el que tantas veces se había mirado, asomando la cabeza sobre su hombro cuando se encontraba de lado, para poder apreciar el cuerpo que los demás veían. No se reconoció.
-Es sábado- se dijo- llevo más de medio día durmiendo en el sillón, ¡me he puesto ropa interior blanca!, y encima arrastro una manta que me regaló mi madre por toda la casa... ¡qué coño me pasa!
Pero a pesar de sus recriminaciones volvió a envolverse en la manta y se tumbó frente al televisor. Se sorprendió riéndose y aplaudiendo ante programas que no había visto en su vida. ¿Cómo preferir quedarse en casa un sábado por la tarde-noche pudiendo retozar en una cama junto a Héctor o caminar como una gata sobre el cuerpo de Guillén? Aunque este sábado ni se lo planteó. Su teléfono vibró 4 o 5 veces a lo largo de la tarde, pero una de ellas le pilló vomitando de nuevo en el baño, dos ensimismada con lo que estaba viendo, una leyendo la composición de algunos de los frascos que almacenaba en su nevera, y la última enfrentándose a una suculenta ensalada acompañada de pescado a la plancha. Le supo a gloria porque comió con hambre, y debían de ser las 21:00 cuando se dio cuenta de que no había encendido un cigarrillo desde que se levantó. Hizo ademán de cogerlo, pero el agotamiento le impidió siquiera levantar la cajetilla de la mesa.
Los días siguientes no fueron mejores. Desayunaba algo más que un cigarrillo, buscaba llegar a casa pronto después del trabajo e incluso cambió los ejercicios matinales sobre la mesa del despacho vecino por unas clases de Body Balance que, según decía ella, “le hacían sentirse en equilibrio. Algo muy extraño pero bienvenido” Hasta optó en alguna ocasión por calzar bailarinas para ir a trabajar a ver si se apaciguaba su dolor de espalda.
Y es que esa piel aterciopelada que la había cubierto hasta el momento se le fue antojando reseca y sin vida... Una cutícula cada vez más traslúcida de la que despojarse ahora que había optado por volar.


Imagen: Gustav Klimt. Detalle. "Esperanza I"

9 comentarios:

josef dijo...

Morpheus te lo diré sin paliativos: Has escrito un relato que me dejó con la boca abierta de placer. Y, que, en cierto modo, me hizo reconocerme en algunas escenas; de las cuales, ya no suelo participar y no por odio o despecho, sino porque he dejado de beber jajaja. Por fortuna esas resacas pertenecen a un pasado que no ignoraré jamás; esos besos olvidados a fragmentos de borracheras que no olvidaré, y que ahora recuerdo como apéndices de lo que podría haber sido si estuviera sobrio. Quizá no me habría acostado con alguna de ellas, total para después despertar acariciando un pelo que me resultaba tan ajeno como yo mismo en aquella situación. Pero ahora me queda el recuerdo y el mismo desparpajo que nacía de mi lengua borracha nace de mi interior perverso y agigantado en la edad; es la edad o el pensamiento? En todo caso es la vida. Felicitaciones por tu texto. Un abrazo!

Fernando García-Lima dijo...

Pues yo también me he visto identificado (salvo por la ropa interor blanca). ¿Quién no?

Beso

Anónimo dijo...

Me ha encantado lo de buscar señales de enfermedad...¿por qué lo hacemos?

Anónimo dijo...

Perdón por meterme donde no me llaman, pero ¿acaso soy el único que ve en la protagonista de esta historia a una mujer embarazada? Leo ese final tan elocuente, el título, el detalle de Klimt... Cierto que puede ser sólo una resaca, como dice ella, pero a mí no me parece. En fin. Saludos. Lic. Quelonio

Mixha Zizek dijo...

excelente tu relato, uno lo puede pensar como que le pasa a uno en algún momento, disfrute de la lectura y de la imagen, un beso

Anónimo dijo...

Y al final acabo volando, etérea y agradecida de haber transpasado, una vez más, la puerta de tus sílabas.
Felicidades... Abrazos infinitos...

Anónimo dijo...

Qué bello relato. Cómo es posible que unas letras te hagan sentir sed y necesidad de algo que nunca debiste ni tan siquiera desear.

Transformarnos es algo que la vida nos obliga a hacer contínuamente mientras negamos el hecho de que cambiamos a cada paso que damos.

Si fuera un atrevido te preguntaría si no estás embarazada, pero si tuviera el placer de conocerte, desde luego, te daría las gracias por tan bello relato.

H.

gemmacan dijo...

Los cambios llegan normalmente así, con un simple vómito, sin buscarlos ni esperarlos. Una resaca existencial, como el despertar pausado de una crisis emocional.
Me alegra haberte conocido, siempre es gratificante encontrar gente sensible e inteligente.
Un abrazo!

Miss Morpheus dijo...

Moderato: Me parezco en poco a mi crisálida... Aunque ha sonreído cuando le he hablado de tu desparpajo e interior perverso. Las situaciones cambian, pero el espíritu permanece.

Un abrazo y gracias por tus amables comentarios.

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Fer: espero que no haya sido la ropa interior lo único que te diferencia de mi crisálida... Además, no he hablado de ligueros ni corpiños negros... ¿no es blanca la ropa interior de la mayoría de los hombres???

Beso.

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Bruja de pelo Malva: no tengo ni idea... pero aún estando resacosos y sabiéndolo, lo hacemos. ¡Y encima notamos el interior del ojo más pálido de lo normal! (Quizá es un síntoma universal no escrito del alcohol en sangre...)

Un beso.

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Licenciado: me fascina su capacidad de análisis, su atención al detalle y el conocimiento y uso tan inteligente que hace de la psicología femenina.
Ha estado tan acertado como de costumbre.

Un abrazo.

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Mixha: evocar vivencias a través de una lectura no es un objetivo fácil. Gracias por tus palabras.

Un beso.

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Sacra: siempre es un placer leer tus comentarios. No es lo que dices, sino como lo dices. Sigue traspasando y enriqueciendo este espacio con las palabras que me regalas

Infinitos besos.

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H: tú sabes del poder de las letras. Eres un experto en traducir ideas, sentimientos y emociones en palabras. ¿Conoces esa sensación de no ser consciente del crecimiento de los niños que te rodean hasta que estás unos días sin verlos? Claro que cambiamos... continuamente.

Y la etiqueta reza: "Historias no vividas"

Un abrazo.

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Inga: pienso que el cambio es tan gradual como ese "despertar" tras una crisis emocional. Aunque nos demos cuenta de golpe, casi siempre ha existido un proceso previo.

Y el placer es mutuo. Te seguiré leyendo.

Un abrazo.