jueves, 16 de abril de 2009

Ganador-Verdugo II

Aeropuerto de Sevilla

Ese día se levantó especialmente pronto y tardó en salir del baño más de lo habitual. Olía a limpio. Se peinó varias veces antes de salir e incluso repasó con la plancha las pequeñas arrugas que el armario había marcado en esa camisa azul cielo que yo misma planché con mimo la noche anterior. No suelo planchar yo, pero de vez en cuando dejo que el vapor me devuelva ese olor tan suyo que impregna toda su ropa aun después de lavada. No quiso desayunar porque tenía que pasar por la oficina para recoger unos papeles antes de coger el vuelo a Sevilla, y me dijo que no quería hacer de pronto tarde: se tomaría un café ya en el aeropuerto. Le había preparado tostadas untadas con salmorejo; a estas alturas ya sabrás que siempre acompaña su café matinal con algo salado. Estaba nervioso, tenía prisa y me cogió la cara con ambas manos cuando me besó; un beso de esos sonoros y largos que sólo se dan cuando uno se levanta con humor festivo. Me lamenté por no poder acompañarle desde el jueves; bien podía haber cogido un par de días de vacaciones y haber viajado con él. Pero condescendiente me dijo que era mejor así, poder disfrutar a solas y desde el primer minuto de nuestro viaje sin tener que depender de un cliente pesado que querría enseñarle su ciudad de día y de noche. Tenía planes de llevarle de copas mientras seguían hablando de trabajo. “Verás que bien lo pasamos, cielo”- me dijo mientras me besaba cariñosamente en la frente. “Llevo planificando este viaje, tu viaje, meses. ¿Qué son un par de días más? Te iré llamando para contarte lo aburrido que estoy y que así termines de convencerte de que es mejor así” Nico se le agarró a la pierna y él se agachó para darle un abrazo y decirle que me cuidara los días que iba a estar fuera. Nuestro hijo orgulloso asintió con la cabeza, y él salió por la puerta con ese traje azul marino que tan bien le sienta.

Me pregunté para qué tanta ropa, aunque sabía que si se lo hubiera preguntado lo habría justificado diciéndome que nunca se sabe el tiempo que puede hacer, que necesita sentirse cómodo vistiendo de manera adecuada para cada ocasión y que una mancha siempre aparece en el momento más inoportuno, así es que la pregunta nunca llegó a salir de mis labios. Estuve esperando toda la mañana y decidí llamarle cuando ya me preocupé al echar cálculos y comprobar que tenía que haber aterrizado hacía horas. No tenía cobertura. Volví a llamar y lo mismo, y quise creer que se habría retrasado el vuelo y mantenía el móvil apagado por estar todavía en el avión. Tardó escasos minutos en responderme, y cuando lo hizo, me generó desasosiego al contarme lo triste que resultaba dormir solo en otra ciudad y que contaba las horas que faltaban para que me reencontrara con él. Me habló del maravilloso y mágico hotel en el que podríamos disfrutar de un espléndido jacuzzi que había en una de las salas de la habitación. Tenía prisa por colgar, pero Nico insistía en que su papá le diera las buenas noches y le deseara felices sueños... y como perfecto padre que es hasta le contó un pequeño cuento. Me pidió que le llamara al hotel si necesitaba algo porque la cobertura no era muy buena, aunque eso sí, insistió en que lo hiciera sólo si era necesario porque había llegado cansado, saldría a cenar algo rápido y se acostaría relativamente temprano. Dormí en su lado de la cama esa noche, con Nico a mi lado.
Le llamé emocionada en cuanto supe que podría viajar antes de lo esperado, llamada a la que contestó sin demasiada efusividad y limitándose a contestar con monosílabos. Me sentí como una niña que llega saltando para enseñarle un globo a su madre y esta se lo pincha... ¿Por qué ese rato tan frío cuando había sido él quien me había preparado ese romántico viaje a Sevilla para celebrar juntos y sin niño mi cumpleaños? Me quedé triste y pensativa. Lo único que supe de él ese día me llegó vía sms: un par de escuetos mensajes en los que me recordaba lo mucho que me quería. Yo estaba nerviosa por el viaje y porque no paraba de pensar en lo que me tendría preparado. Ya sabes que es muy detallista.

Llegué con mucho tiempo al aeropuerto y tuve la suerte de poder embarcar en el vuelo anterior. Quise darle una sorpresa y no avisarle hasta que estuviera allí. Durante el trayecto pensaba en su actitud. Ya había hecho ese viaje con anterioridad para reunirse con el mismo cliente. ¿Por qué estaba esta vez tan ilusionado a pesar de que no consideró siquiera la posibilidad de que viajáramos juntos y así poder alargar un poco el fin de semana? Traté de apartar esos pensamientos de mi cabeza y salí por la puerta de embarque buscando mi teléfono para llamarle. En la habitación no había nadie, así es que le llamé al móvil: apagado o fuera de cobertura. Fui a buscar mi maleta y me dirigí a la salida. No sé por qué mire hacia allá, ni siquiera era una cafetería que estuviera en mi camino. Me volví y os vi. Estabais sentados el uno junto al otro. Él había movido su silla de manera que podía tenerte cerca al haberla situado en ángulo con la tuya. Estaba allí parada, en mitad del aeropuerto, temblando y con una maleta en la mano que de pronto me pesó demasiado. Os reíais, os besabais y tú cogiste su mano con disimulo y la llevaste hasta tu pierna desnuda. Recuerdo tu vestido blanco y tus sandalias de tacones interminables. Tenías la piel bronceada y te brillaban los ojos tanto como los labios. Te los mordisqueabas nerviosa a la vez que le mirabas y reías. Estabais ajenos a todo cuanto os rodeaba, como en una burbuja que habría querido reventar con un dardo envenenado atravesándoos de lleno a los dos. Me miré. Vestía ropa cómoda y zapatos planos y quise dar marcha atrás en el tiempo y vestirme para él... como habías hecho tú. Os levantasteis sin dejar de miraros, sin daros la mano pero permitiendo que vuestros dedos se rozaran, y os dirigisteis al control de acceso. No quise mirar más. Corrí llorando por el pasillo sin acordarme de la puerta por la que había salido. Él tenía que encontrarme allí, recién llegada, amorosa esposa, toda sonrisa y felicidad. Me lavé la cara en el baño y me senté a esperarle. Me recibió con un abrazo y no me permitió cargar la maleta -siempre tan caballeroso- Paseamos por la ciudad, hicimos turismo y cenamos en una terraza que bullía de gente. Me animó a tomar unos rebujitos -que no me gustaron nada, por cierto- y llegamos directos a la habitación sin necesitad de ese plano que nos dieron a la entrada. Le pregunté qué era y me dijo que nada: “información sobre el hotel” Se disculpó al llegar a la habitación diciéndome que el día había sido intenso y que el alcohol no le había sentado bien y se fue a dar una ducha. Y allí me quedé abrazada a la almohada, con el ruido de fondo de la ducha, martirizándome al pensar en ese jacuzzi y en la inmensa cama, en las horas de sexo por la noche y el excitante despertar por la mañana con la habitación bañada en luz... y quise liberarme de los atavismos religiosos que me impedían mantener sexo si no era en completa oscuridad, pero recordé tu estrecha cintura y tus perfectos pechos y me tapé con la sábana hasta la barbilla.

Volvimos del viaje y decidí escribir esta carta llena de pensamientos y sentimientos encontrados que quedará guardada para siempre en la última carpeta de mi ordenador, a salvo de miradas ajenas: de sus ojos o de los de Nicolás. Él aún no sabe leer, pero por si acaso protegeré la carpeta con contraseña.


Un saludo,
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8 comentarios:

Fernando García-Lima dijo...

Perdona por quedarme con lo más prosaico: ¡tostadas con salmorejo! Yo quiero...

Malvada Bruja del Norte dijo...

Uf!!!! ¿Era necesario que los viera?
Algo me dice que esto no terminará bien...¿a que no?

/ dijo...

Excelente relato, me encantó! Conozco muchas mujeres que reaccionan de esa manera. Nadie las puede juzgar, cada uno sabe como defenderse para poder continuar en la vida.

Gracias por el comentario que me dejaste, sos muy generosa.

BESOTES

Fernando García-Lima dijo...

¿En serio? Jeje, pues poco que ver... Aunque los tiempos actuales son como para sindicarte, desde luego.

Un beso

kpa dijo...

hola gracias por tu coment...
espero que el amor no te haga sufrir mas de lo que te merezcas...
animo y adelante

Altan dijo...

dios mío... la historia me parecía una de cuernos sin más, pero claro... luego lees la otra parte, en la que "la otra" tb sabe de la existencia de la mujercita, y te dices a ti misma: no hay q darle bola a tipos así. Y lo digo xq he estado en las tres situaciones (tp he sido buena siempre :s)
Estas cosas al final no son más q bombas xa el corazón

Muy bueno. Nos falta el punto de vista de él ;) tengo curiosidad

Besos y gracias por tu comentario

J.Mares dijo...

Missy querida: te aplaudo, bravo!!

Me han encantado los dos relatos,vibrante... Eres muy buena escribiendo. Sé que no te gustan los halagos vacíos, créeme si te digo que me has llevado de la mano desde la primera frase hasta el final del II y me has abierto la puerta al I. Y me he precipitado con ganas... Me gustó mucho.

Un único qué... En el II, me perdí un poco cuando "os ví" y la mano sobre su pierna desnuda. Llegué a pensar que el verdugo era una mujer...

Besote! Javi

Miss Morpheus dijo...

Fer: cada uno se queda con lo que más llama su atención... y es que unas tostadas con salmorejo para desayunar no es precisamente algo convencional. ¿Acaso tú lo eres?

Un beso.

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Bruja de pelo malva: Si no los hubiera visto no habría historia. Vivimos ciegos. Nos lo tienen que poner delante de las narices para que atemos cabos y abramos los ojos. Puede terminar bien, ¿por qué no? Sólo hay que mirar hacia otro lado... Aunque viniendo de ti que tienes bola de cristal... No sé yo...

Un beso.

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Stanley: Valorar si está bien o mal sería absurdo. La realidad no existe; depende siempre de nuestra interpretación.

Gracias por tu comentario. No fui tan generosa.

Un beso.

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Kpa: ¿Alguna vez el amor no nos hace sufrir? Nos despierta las sensaciones, los sentidos, las emociones... Y algo despierto es algo vivo. La misma fuerza que nos hace tocar el cielo nos lleva directamente al infierno.

Gracias por tu visita.

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Altan: ¿Amante, mujer o "verduga"? ¿Con cuál de las tres te quedas? Efectivamente son bombas para el corazón... y antes o después nos estallan. Y lo estamos viendo y aun así no podemos evitarlo...

Escribiré en algún momento desde su punto de vista. ¿Crees que alguien será capaz de empatizar con el "verdugo? Me costará elaborarlo, no te creas...

Besos y gracias a ti por el comentario.

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J. Mares: gracias por tu "no halagador" comentario. Sé que no te atreverías a aplaudirme gratuitamente... ¿o sí? (Alzo la ceja)

El verdugo una mujer... uhmmm... habría resultado interesante pero no, es una historia de infidelidad típica: hombre casado-mujer entregada-amante ciega.

Un beso.