lunes, 25 de agosto de 2008

Volar sin alas...

"Tree girl". Nicoletta Ceccoli

Quisiera ser Baronesa,
para así poder rampar.

Reírme del mundo,
mirar hacia abajo
y en mis propias ramas campar.

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miércoles, 20 de agosto de 2008

Huellas


Caminaba mientras observaba la huella que en la arena imprimían sus delicados pasos. Huellas del número 36, perfectas en su reducido tamaño. Alguna que otra vez, quiso volver sobre las mismas, bien por necesidad o por simple disfrute, pero advirtió horrorizada que sus definidas líneas, al volver a ser pisadas, perdían su particular forma y mutaban a grotescas manchas que ya no reconocía. No obstante, lo más frecuente era no llegar a encontrarlas, o en su lugar descubrir tenues oquedades que se iban difuminando, dejando apenas un ligero rastro imposible de recuperar.

Decidió caminar siempre hacia delante. Y nunca dejar de admirar y sentirse orgullosa de las perfectas huellas del 36 que, hasta ese momento, le habían mostrado el camino.

domingo, 17 de agosto de 2008

Un paseo por las Rías...

"La Isla de Tambo, en la Ría de Pontevedra, vista desde el Mirador de La Granja"

No conocía el Norte. No fue hasta el año pasado que decidí pasar unos días en Santander. Y como no... me fascinó. Siempre me llamó la atención el Sur, quizá por el sol y el espíritu festivo de sus gentes, o quizá porque he tenido que viajar frecuentemente a Cádiz, Sevilla, Huelva, Málaga... y nos tira lo que conocemos. A ciudades como Valencia he llegado a través de sus playas, y durante todo este año me he repartido entre mi Madrid natal y Castellón. Barcelona... no tengo palabras para describir las sensaciones que me acompañan cuando la visito. Nunca me cansaré de perderme en sus calles. Y ahora La Ría de Pontevedra... Un auténtico placer recorrer la ría por la costa y apreciar el color azul profundo del mar a lo lejos. Siempre me ha sorprendido que el color del mar tome matices tan diferentes en función del lugar en el que nos encontremos. Azules profundos, tonos verdosos, amarillos... paisajes para deleitarse y pensar durante horas y horas... o para dejar de pensar y únicamente disfrutar y encontrarse con uno mismo.

Me gusta preguntar, acercarme a las personas del lugar y compartir charlas con ellos. Aprender de sus costumbres y escuchar sus expresiones. Darme cuenta de lo que condiciona el lugar en el que naces o vives. Le robo un pensamiento a alguien que me lo regaló el otro día. Decía algo así: “da igual el interés que muestres por tus raíces. Aun no habiendo vivido nunca en la tierra de tus padres o no haber sentido especial curiosidad, forma parte de tu vida, porque se ha ido colando en ella sin apenas apreciarlo”.

Para alguien que vive en una ciudad como Madrid, lugares como las Rías se convierten en remansos de paz. Existe la paciencia, un concepto de unidad familiar que se disipa en las grandes ciudades, la entrega a quien les visita, la tranquilidad... tengo la sensación de que se trabaja para vivir en vez de vivir para trabajar.

Paseo y pregunto curiosa por la piedra usada en la construcción de algunas casas.

- Es piedra Rosa Porriño repujada- me dicen.

- ¿Y esas cruces altas que veo mire donde mire?

- ¿Los cruceiros?. Más te vale estar en los escalones superiores si aparece la Santa Compaña...

- Pero, ¿eso existe?- pregunto con los ojos como platos.

- Bueeenooo, es como las Meigas, “creer no creo, pero haberlas hailas”. Aunque la verdad es que se han convertido en un motivo decorativo en los patios de las casas, más que otra cosa.

- Hummm.

- ¿Y los hórreos?

- Mira, ahí hay uno. ¿Ves esa parte redonda sobre los pilares? Es para que no puedan subir los ratones. Es como una especie de almacén.

- Perdón, ¿has dicho ratones??

- Claro, o acaso piensas que ellos no buscan alimento. Ya sabes, “más listo que los ratones”

Sigo mirando el paisaje y llego a una Ermita sobre el mar. Pequeña y bonita. Visito la Virgen de la Lanzada.

- ¿Conoces la tradición de esta Virgen?

- No. Te escucho.

- Bien, ¿no has oído hablar de “tomar las 9 olas?

- No.

- Pues si quieres quedarte embarazada, has de entrar en el agua y tomar 9 olas seguidas en el mismo baño. Mano de Santo (bueno, en este caso, de Virgen).

Miro el cielo y el tiempo no acompaña, amenaza orballo; además de que la fiesta es a finales de agosto. Prefiero entrar en la Ermita y regalarme unos minutos de silencio.

Adoro los mercados y no quiero perderme uno en el que hasta las gambas me miran y saltan vivas (difícil encontrar eso en Madrid). Me asaltan las vendedoras que no dudan en ofrecer su mercancía regalándome el oído con sus halagos y referencias a mi persona. Te acercas y te puedes permitir el lujo de “negociar” un precio. Muy divertido. Puedes llevar el “amoado” a la pastelería y te cocinan tu propia empanada. Al igual que no puedes abandonar el lugar sin haber saboreado el pan de cea, la esponjosa rosca, los quesos de Tetilla, San Simón o Arzúa-Ulloa, la empanada de zamburiñas o de manzana, y como no, el Albariño.

- ¿Sabes qué es chuchamel?

- Ni idea.

- Una planta cuyas flores saben a miel. ¿A que no lo habías oído nunca? Es típico de aquí.

- ¡Qué chulo!

- Esta noche cenaremos en un furancho.

- Furancho...

- No preguntes y come.

Cena pantagruélica. Raciones descomunales (me pregunto si es cosa mía, ya que los autóctonos dan buena cuenta de las viandas) y un ratoncillo colándose entre las piedras frente a mi.

(- Estoy en medio del campo- me digo- si hasta le da ambiente... )

Y la verdad es que termino la noche habiendo cenado de maravilla, con unas cuantas copas de Albariño en sangre y charlando animadamente con gallegos de pura cepa.

- Me voy a llenar un saco con todas las consonantes que os vais a comer esta noche- les dije al empezar. Con cariño, por supuesto. Y con una sonrisa lo recibieron. Ya se sabe que el “conceto” es el “conceto”. Adoro su manera de hablar. Es uno de sus encantos.

Me huele a eucalipto, a carballo y a tojo.

En un momento determinado alguien dice:

- Ceo escamento choiva ou vento.

Estoy escarallada. Me aburren los aeropuertos. Y la morriña se hace un hueco en mi pecho al sobrevolar la Ría.

lunes, 4 de agosto de 2008

De Humo e Ilusiones...


¿Qué es el pasado? El pasado es ya. Para cuando alguien lea esto, en su presente, estas palabras ya formarán parte de mi pasado.

El pasado no existe. Sólo existe el recuerdo. Recuerdas haber visto, sentido, vivido... pero, ¿dónde se ubica?. En la nada. Es humo más que disipado.

Y sabiendo esto, ¿por qué vivimos tan aferrados a los recuerdos, a los esquemas mentales, a lo que fue y ya no es nada?? ¿Por qué dejamos de vivir el presente, este mismo instante en el que veo, respiro, escucho y siento, permitiendo que nuestra mente se distraiga con el vacío?

Y también soñamos... y vivimos un futuro que tampoco es nada. Humo bajo el agua.
Esperamos, idealizamos, permitimos que el tiempo pase, tratamos de pasar por encima para llegar cuanto antes a ese futuro imaginado... Volvemos a dejar de vivir el presente y ¿vivimos? una ilusión.

¿Cuánto tiempo del “vivido” podemos considerar que hemos vivido?. Cuánto tiempo estuvimos verdaderamente presentes, conscientes y plenos?

Vivimos condicionados por los sucesos pasados, sin darnos cuenta del poder que tenemos para hacer de cada momento algo nuevo. “Soy tímido”, “carezco de habilidades sociales”, “no soy bueno en esto o aquello”... Nos creamos toda una personalidad plagadita de etiquetas, basándonos en momentos puntuales en los que reaccionamos de esta o esta otra manera, cuando cada momento es una oportunidad única para dar una respuesta distinta que nos sorprendería a nosotros mismos. Somos un PC anegado por pos-it amarillos que nos ahogan y nos recuerdan lo que no somos capaces de ser. Somos bobos.

Hemos perdido la capacidad de asombrarnos porque vivimos anclados en el pasado.

¡Que distinta y nueva sería la vida sin tanto lastre!

Ahora es un buen momento.

viernes, 1 de agosto de 2008

Caída libre

"Amor y Psique". A. Cánovas

Psique cayendo en brazos del Amor, vencida, sin voluntad... permitiendo así el triunfo de la pasión, sin ruido ni contaminación.

El amor es irracional. Siempre surge de manera inesperada y, sin darnos apenas cuenta, se extiende como la hiedra, abarcándonos y envolviéndonos hasta cubrirnos completamente.

El amor es etéreo, intangible, escurridizo... Imposible pasarlo por el tamiz del raciocinio, porque en ese mismo instante, pierde su verdadera esencia.

El amor es impaciente, espontáneo, joven y generoso. El amor nos insufla vida (algo que no ocurre con demasiada frecuencia).
¿Lo ideal? dejarse llevar y no pensar demasiado, si no queremos que algo que fluye con esa gracia y naturalidad, se convierta en una figura moviéndose bajo una luz estroboscópica. Algo raro, mecánico y provocado.

El fin de la hipnótica danza.