miércoles, 20 de agosto de 2008

Huellas


Caminaba mientras observaba la huella que en la arena imprimían sus delicados pasos. Huellas del número 36, perfectas en su reducido tamaño. Alguna que otra vez, quiso volver sobre las mismas, bien por necesidad o por simple disfrute, pero advirtió horrorizada que sus definidas líneas, al volver a ser pisadas, perdían su particular forma y mutaban a grotescas manchas que ya no reconocía. No obstante, lo más frecuente era no llegar a encontrarlas, o en su lugar descubrir tenues oquedades que se iban difuminando, dejando apenas un ligero rastro imposible de recuperar.

Decidió caminar siempre hacia delante. Y nunca dejar de admirar y sentirse orgullosa de las perfectas huellas del 36 que, hasta ese momento, le habían mostrado el camino.