domingo, 7 de septiembre de 2008

¡Soy feliz con mi complejidad!



Frecuentemente se mira al espejo y se pregunta quién es. Ni siquiera siempre que se planta frente a él, reconoce la imagen que este le devuelve. A veces lo ha apartado porque, durante unos segundos, ha temido perder la cordura. Ha tomado conciencia del Ser y eso le ha asustado. El miedo, siempre el miedo...

Se pregunta si es quien cree ser o, por el contrario, es esa persona que cada uno cree ver cuando la mira. Si tenemos varias caras o cada uno ve en nosotros aquello que quiere ver.

Piensa en los factores que entran en juego: interacción con otros, asunción de roles, adaptación a distintas situaciones sociales, etc. Y concluye, que somos fruto de la interacción y que es precisamente el otro quien nos dota de personalidad.

Leyó en una ocasión un estudio al respecto de la atracción entre las personas. Venía a decir que nos resultan más agradables, en un primer contacto, aquellas personas con las que compartimos rasgos físicos similares. De hecho, si entre esas fotografías se incluía alguna manipulada que presentara un rasgo (nariz, boca, cejas, etc.) de la persona que hacía la selección, esta era una de las premiadas con su atención. Curioso, ¿verdad?

Se queda perpleja al pensar que si esto es así y no se ha compartido aún una conversación, una mirada, un espacio, etc. ¿ Cómo no va a influir el otro en la cara que mostremos en esa situación?

Le llama también la atención el Efecto Expectativa: saber que el simple hecho de decir algo positivo de alguien, haciéndole creer que no sabemos que lo ha escuchado, provocará que su manera de actuar cambie de manera radical. Para mejor, claro, modificándose así esa “cara” que nos mostraba. “Fulanito es super-educado. Siempre saluda y sujeta la puerta al salir” ¿Qué hará fulanito la siguiente vez que nos crucemos con él en el portal?

Recibe y envía mensajes no verbales de manera constante, al igual que ocurre cuando mantenemos una conversación. Por eso opina que somos una persona para cada persona, porque el todo es más que la suma de sus partes, y dos seres que interactúan crean “algo” no tangible que anteriormente no existía.

Muchas veces se pregunta como podemos resultar seres maravillosos para unos y tan deleznables para otros, o generar amor y odio, siendo la misma persona.

Y llega a un punto en el que no para de preguntarse quién es... sin saber con cual de esos entes se identifica, puesto que incluso dentro de uno mismo, la baja autoestima o el egocentrismo nos hacen mirarnos en espejos cóncavos o convexos, perdiendo definitivamente toda objetividad.

Se pregunta y quiere respuestas, por eso hace unos días decidió actuar. Envió un e-mail a todos sus contactos, a saber: amigos, conocidos, casi extraños, compañeros actuales, compañeros de hace tiempo, familiares y su jefa, entre otros. Les pidió que seleccionaran 5 adjetivos con los que la identificaran. Sin paños calientes... Positivos, negativos o neutros, igual daba mientras fueran los que más podían definirla. Y las respuestas no se hicieron esperar... Hizo un listado; positivos y negativos. Comenzó a añadir, y a añadir, y a añadir y se dio cuenta de que las listas crecían y pocos adjetivos se repetían. Algunos, muy muy evidentes, se ganaban más de una cruz, mientras el resto iban conformando un largo listado. ¿Sorpresas? Pocas. Y las pocas que llegaron, paradójicamente, vinieron de manos de las personas con las que más tiempo había convivido.

¿Se identifica con todas ellas? Sí, es posible, a pesar de que muchas de las características o rasgos son contradictorios.

¿Y qué concluye? Pues ha comprobado que, como bien pensaba, es un reflejo en el espejo que es el otro. Y cada espejo es distinto, y hay muchos, y dependiendo del mimo con el que se mire, la imagen que le devuelve es una u otra. Es parte activa en el proceso, pero es sólo una parte... sigue dependiendo del otro.

Sonríe al pensar que somos mucho más de lo que a primera vista parecemos u ofrecemos, y por eso le gusta escarbar y se precia de haber encontrado auténticos tesoros.

Sigue pensando que no hay nada tan enriquecedor como el contacto, la interacción o la conversación entre dos o más personas.

Y de nuevo, sonríe.