Los niños se lamentan mientras tienen fiebre, miran con los ojos llorosos y las mejillas encendidas y no son capaces de jugar... aunque bastan unas gotas del medicamento adecuado para volver a reír y disfrutar como si nada pasara. Lloran mientras les duele el golpe, pero en cuanto el dolor desaparece, son capaces de volver a compartir juegos con aquel que les golpeó. Se unen alegremente, desplegando sus encantos, a aquel círculo en el que nadie les invitó a entrar, o como alguien me dijo hace unos días: “ellos saben cuándo terminar un juego, por más abrupto que sea ese fin, no importa, "no juego más" dicen, y todos entienden”
Me pregunto en qué momento perdemos la capacidad de sorprendernos, cuándo comenzamos a rebuscar en el baúl de nuestras experiencias pasadas, esquemas o guiones, ya escritos, leídos y trillados, o fracasos y frustraciones que en su día nos hicieron daño, con el fin de encontrar una justificación cuando nuestro inconsciente planea hacernos boicot. Y el caso es que los encontramos y respiramos aliviados... ¿Cuántas veces hemos evitado comenzar algo por temor a perder o fracasar? Nada debería poder considerarse una posesión. A lo prestado siempre se le da más valor... porque sabemos que antes o después dejará de pertenecernos.
Quiero volver a la infancia y enfrentarme a la vida con cara de sorpresa e ilusión. Meter un palo por un hormiguero o en la cueva de una araña y esperar sin sacar la mano o salir corriendo antes de ver qué ocurre. Correr tras una pelota sin pensar en el peligro, o llenar con mi presencia y naturalidad un lugar sin pararme a pensar en las valoraciones que los demás harán.
Si actuar en función de las experiencias pasadas es aprender... quiero ser una ignorante, desaprender y volver a ser una niña, no permitirme ver la certeza en lo que aún no ocurrió...
Quiero deshacerme de mi bola de cristal.
Me pregunto en qué momento perdemos la capacidad de sorprendernos, cuándo comenzamos a rebuscar en el baúl de nuestras experiencias pasadas, esquemas o guiones, ya escritos, leídos y trillados, o fracasos y frustraciones que en su día nos hicieron daño, con el fin de encontrar una justificación cuando nuestro inconsciente planea hacernos boicot. Y el caso es que los encontramos y respiramos aliviados... ¿Cuántas veces hemos evitado comenzar algo por temor a perder o fracasar? Nada debería poder considerarse una posesión. A lo prestado siempre se le da más valor... porque sabemos que antes o después dejará de pertenecernos.
Quiero volver a la infancia y enfrentarme a la vida con cara de sorpresa e ilusión. Meter un palo por un hormiguero o en la cueva de una araña y esperar sin sacar la mano o salir corriendo antes de ver qué ocurre. Correr tras una pelota sin pensar en el peligro, o llenar con mi presencia y naturalidad un lugar sin pararme a pensar en las valoraciones que los demás harán.
Si actuar en función de las experiencias pasadas es aprender... quiero ser una ignorante, desaprender y volver a ser una niña, no permitirme ver la certeza en lo que aún no ocurrió...
Quiero deshacerme de mi bola de cristal.