domingo, 12 de octubre de 2008

Teleología del ser humano


Ya nos habló Aristóteles, a través de su ética teleológica y eudemonista, del fin último de las acciones del hombre: alcanzar la felicidad. Pero, ¿qué es la felicidad?, ¿cómo se puede alcanzar?, ¿cuándo podemos considerar que somos felices? Demasiadas preguntas y pocas respuestas.

¿Cómo es posible que personas que han vivido o viven auténticos dramas personales sean más felices que aquellos que, en principio, poseen de todo? ¿Es la salud?, ¿el dinero?, ¿quizá el amor?

Aristóteles consideraba que a la felicidad sólo se podía acceder a través de la virtud o razón, mientras que Maslow proponía la realización personal como cumbre de su pirámide. En este último caso, antes de conseguir la autorrealización resultaba imprescindible tener cubiertas las necesidades fisiológicas, de seguridad, de afiliación y de reconocimiento. Entonces, ¿por qué hay personas que aún habiendo conseguido escalar la pirámide no se sienten felices?

Busco respuestas en la persona que más preguntas ha realizado en los últimos años. Me ayudo de las claves científicas de Eduardo Punset y saco las siguientes conclusiones:

Cuando la fuente de la felicidad es el placer, la felicidad es tan efímera como este. Para que la felicidad se mantenga en el tiempo es necesario que partamos del sentido que da a la vida un compromiso. Y en estos días en los que buscamos placeres inmediatos sin pararnos a pensar en las compensaciones a largo plazo de la espera, es comprensible el nivel de infelicidad reinante. Y esta búsqueda del placer inmediato ya nos caracteriza desde la infancia. Pon a un grupo de niños frente a una fuente de caramelos y diles que si no los tocan se les darán caramelos, chocolatinas y todo lo que pidan. Sal de la habitación y observa lo que hacen cuando creen que el adulto no les ve. Sacrificarán una gran recompensa a largo plazo por una pequeña porción inmediata.

La mayor parte de la felicidad radica en la búsqueda o la expectativa. Realmente siempre o casi siempre la expectativa (de un encuentro sexual, por ejemplo) supera la felicidad que nos proporciona la acción en sí. Sobreestimamos la intensidad de la felicidad que nos aportará un acontecimiento, al igual que somos tremendistas a la hora de calibrar la infelicidad de un hecho que aún no ha ocurrido o quizá no ocurra jamás. Así es que a partir de ahora me haré el propósito de ser menos ansiosa y disfrutar del camino, a la vez que tomaré conciencia y trataré de ser objetiva cuando espere que ocurra algo (positivo o negativo).

Puesto que la felicidad se define como la ausencia de miedo y parece que existe un gen que predispone a ser feliz, me pregunto: ¿estoy condenada? Porque los miedos forman parte de mí...

Algo que siempre he sabido es que la visión de conjunto evita que seamos capaces de percibir los detalles y los matices de aquello que tenemos frente a nosotros. Nos perdemos en el todo. No sabemos disfrutar de las pequeñas cosas que, al final, son las que nos proporcionan pequeños momentos de felicidad. ¿Seré capaz alguna vez (antes de jubilarme) de vivir a cámara lenta?

No todo lo que creemos recordar ha ocurrido realmente. A veces, nuestra mente, al relacionarse con el significado en vez de hacerlo con la información, reconstruye los hechos cada vez que reavivamos un recuerdo. Y puesto que un mismo ser humano puede ser más distinto de sí mismo en dos momentos de su vida que de otro ser humano, esta reconstrucción, según avanza el tiempo, nada tendrá que ver con lo que ocurrió (si es que así fue). Parece que la mente nos juega malas pasadas y ayuda a alimentar nuestra infelicidad.

Leí otras muchas cosas como que el amor y el odio son tan similares que resulta imposible diferenciar lo que estamos sintiendo si solamente se mide a nivel fisiológico, o que la depresión es el resultado de un exceso de introspección que actúa como la tela de una araña que al final termina enredándonos... Y la verdad, es que continúo teniendo las mismas dudas sobre la felicidad; incluso ahora me muestro más pesimista que antes. ¿Será verdad lo de la araña? Por si acaso, dejaré que los pensamientos fluyan sin pararme a pensar en ellos...

Si la felicidad consiste en disfrutar de pequeños momentos, os regalo una porción de mi felicidad: encontrarme bajo esta pirámide y observar el efecto mágico del sol sobre ella.

¡Ah! Y si alguien tiene alguna clave para acceder a la felicidad... adelante.