domingo, 26 de octubre de 2008

Baile de colores

Aya Kayo

Quiero ser azul, violeta, fucsia, verde y amarilla. Desplegar mis alas y deslumbrar a los demás con mi colorido. Que mis movimientos rápidos sean energía que invite a reír, saltar y bailar. Quiero cerrar los ojos, impulsarme y volar. Volverme aerodinámica y que nada me pueda tocar. Girar en un baile sin máscaras hasta desmayar.

Para después, plegarme y descansar.

domingo, 19 de octubre de 2008

La pesadilla de la Muerte y el Sueño de la vida eterna...


“¡Ojalá mi joven vida fuera un sueño duradero!
Y mi espíritu durmiera hasta que el rayo certero
De una eternidad anunciara el nuevo día (...)”

Edgar Allan Poe.

A veces me pregunto si no estaré muerta. Si aquella vez que “casi” me atropella un coche, que me atraganté, o que perdí el conocimiento durante unos minutos, y al despertar di gracias porque solo fue un “casi”, la vida continuó su curso mientras yo comencé a vivir un sueño disfrazado de realidad... el sueño de creerme viva cuando la realidad es que Muerte me llevó con ella. Y es que a la Muerte y al Sueño, a los sueños, les unen lazos fraternos; siempre van el uno junto al otro...

A veces miro a mi alrededor y quiero preguntar si este mundo y esta vida es el mundo y la vida que viví mientras estaba viva, quizá hace muchos años ya... Aunque de estar muerta, mi angustia de agudizaría porque ya nadie podría responderme, porque los únicos que podrían hacerlo, quienes me rodean, con quienes interactúo, estarían tan muertos como yo...

La única diferencia es que yo me he parado a pensarlo mientras que ellos aún no lo saben.

lunes, 13 de octubre de 2008

Teleología del ser humano II

Imagino, que a raíz de la lectura de la entrada anterior, alguien dejó esta frase en mi correo:

"El vicio es un error de cálculo en la búsqueda de la felicidad..."

Y me deseó unos buenos y viciosos días...

Gracias. Recordaré las palabras de Aristóteles y trataré de encontrar la virtud en el término medio. No vaya a ser que en mi búsqueda de la felicidad termine pecando de viciosa...

(No sé de dónde la sacó, así es que, si te pertenece, házmelo saber y gustosa escribiré tu nombre junto a ella)

domingo, 12 de octubre de 2008

Teleología del ser humano


Ya nos habló Aristóteles, a través de su ética teleológica y eudemonista, del fin último de las acciones del hombre: alcanzar la felicidad. Pero, ¿qué es la felicidad?, ¿cómo se puede alcanzar?, ¿cuándo podemos considerar que somos felices? Demasiadas preguntas y pocas respuestas.

¿Cómo es posible que personas que han vivido o viven auténticos dramas personales sean más felices que aquellos que, en principio, poseen de todo? ¿Es la salud?, ¿el dinero?, ¿quizá el amor?

Aristóteles consideraba que a la felicidad sólo se podía acceder a través de la virtud o razón, mientras que Maslow proponía la realización personal como cumbre de su pirámide. En este último caso, antes de conseguir la autorrealización resultaba imprescindible tener cubiertas las necesidades fisiológicas, de seguridad, de afiliación y de reconocimiento. Entonces, ¿por qué hay personas que aún habiendo conseguido escalar la pirámide no se sienten felices?

Busco respuestas en la persona que más preguntas ha realizado en los últimos años. Me ayudo de las claves científicas de Eduardo Punset y saco las siguientes conclusiones:

Cuando la fuente de la felicidad es el placer, la felicidad es tan efímera como este. Para que la felicidad se mantenga en el tiempo es necesario que partamos del sentido que da a la vida un compromiso. Y en estos días en los que buscamos placeres inmediatos sin pararnos a pensar en las compensaciones a largo plazo de la espera, es comprensible el nivel de infelicidad reinante. Y esta búsqueda del placer inmediato ya nos caracteriza desde la infancia. Pon a un grupo de niños frente a una fuente de caramelos y diles que si no los tocan se les darán caramelos, chocolatinas y todo lo que pidan. Sal de la habitación y observa lo que hacen cuando creen que el adulto no les ve. Sacrificarán una gran recompensa a largo plazo por una pequeña porción inmediata.

La mayor parte de la felicidad radica en la búsqueda o la expectativa. Realmente siempre o casi siempre la expectativa (de un encuentro sexual, por ejemplo) supera la felicidad que nos proporciona la acción en sí. Sobreestimamos la intensidad de la felicidad que nos aportará un acontecimiento, al igual que somos tremendistas a la hora de calibrar la infelicidad de un hecho que aún no ha ocurrido o quizá no ocurra jamás. Así es que a partir de ahora me haré el propósito de ser menos ansiosa y disfrutar del camino, a la vez que tomaré conciencia y trataré de ser objetiva cuando espere que ocurra algo (positivo o negativo).

Puesto que la felicidad se define como la ausencia de miedo y parece que existe un gen que predispone a ser feliz, me pregunto: ¿estoy condenada? Porque los miedos forman parte de mí...

Algo que siempre he sabido es que la visión de conjunto evita que seamos capaces de percibir los detalles y los matices de aquello que tenemos frente a nosotros. Nos perdemos en el todo. No sabemos disfrutar de las pequeñas cosas que, al final, son las que nos proporcionan pequeños momentos de felicidad. ¿Seré capaz alguna vez (antes de jubilarme) de vivir a cámara lenta?

No todo lo que creemos recordar ha ocurrido realmente. A veces, nuestra mente, al relacionarse con el significado en vez de hacerlo con la información, reconstruye los hechos cada vez que reavivamos un recuerdo. Y puesto que un mismo ser humano puede ser más distinto de sí mismo en dos momentos de su vida que de otro ser humano, esta reconstrucción, según avanza el tiempo, nada tendrá que ver con lo que ocurrió (si es que así fue). Parece que la mente nos juega malas pasadas y ayuda a alimentar nuestra infelicidad.

Leí otras muchas cosas como que el amor y el odio son tan similares que resulta imposible diferenciar lo que estamos sintiendo si solamente se mide a nivel fisiológico, o que la depresión es el resultado de un exceso de introspección que actúa como la tela de una araña que al final termina enredándonos... Y la verdad, es que continúo teniendo las mismas dudas sobre la felicidad; incluso ahora me muestro más pesimista que antes. ¿Será verdad lo de la araña? Por si acaso, dejaré que los pensamientos fluyan sin pararme a pensar en ellos...

Si la felicidad consiste en disfrutar de pequeños momentos, os regalo una porción de mi felicidad: encontrarme bajo esta pirámide y observar el efecto mágico del sol sobre ella.

¡Ah! Y si alguien tiene alguna clave para acceder a la felicidad... adelante.

jueves, 2 de octubre de 2008

Filosofía callejera


Hace unos días callejeaba por una zona que desconocía en busca de una oficina de correos. Bajé una cuesta y me topé de frente con la pared de la foto. Iba muy cargada y, como pude, con maneras de malabarista, saqué mi teléfono y tome esta foto. De pronto, miré a mi derecha y me encontré un hombrecillo de esos de la tercera edad que parecen puestos por el ayuntamiento; lo mismo te hacen gestos para ayudarte a aparcar, que se paran a tu lado, en cuanto bajas la guardia, y te comentan aquello que les viene a la cabeza. Se quedó a mi lado mirando la pared y dijo:

- Veo que se ha dado cuenta de que contamos con verdaderos filósofos en el barrio, y por su interés, parece que la filosofía es de su agrado.

Le sonreí y le dije que verdaderamente había llamado mi atención. Continué mi camino, ya más lenta y pensativa, y concluí que el graffiti era cutre y se había cargado la parte trasera de una casa... pero me resultaba agradable por un motivo: no imaginé que a esa conclusión hubiera llegado ni un treintañero ni un cuarentón, sino que, de pronto, un adolescente cargado de egocentrismo, había sufrido una transformación... Ahora veía al otro y le sentía tan único como hasta el momento se había sentido él. Y sobre todo... cargó con un spray y quiso que todos participáramos de su revelación.

A mi me pareció todo un canto al amor.