domingo, 7 de diciembre de 2008

The Destruction Of Small Ideas*

Al fin pude agarrar una. No recuerdo su aspecto, si era alta o baja, flaca u oronda, sólo recuerdo la sensación de placidez al comprobar que no era tan escurridiza como parecía. Tras intentarlo un día y otro día, al fin cayó. Caminaba apretando la espalda a la pared, sigilosa, amoldándose a las formas de la superficie sobre la cual se apoyaba, palpando para no perder el equilibrio y adquirir mayor relieve del que tenía, ya que sabía que eso sería un riego. Cerca, a escasos milímetros, vi a otra descolgarse por una oquedad. Aprovechó un filamento que conducía a otro espacio para dejarse caer rápidamente. Todo un complot. Las sentía moverse pero era incapaz de cazarlas. En los momentos de mayor descontrol, aprovechaban para rebelarse: revoloteaban, se cruzaban unas con otras, chocaban contra las paredes y hasta podía escuchar sus risas traviesas y nerviosas provocadas por el juego. Riéndose de todo, riéndose de mí. Un descuido o quizá un rayo de lucidez la enfocó y quedó al descubierto. Mordí con saña y enseguida crujió. Al principio me resultó amarga y el sonido retumbó hasta marearme... pero sabía que era la única manera, y que de no masticarlas bien, no llegaría a digerirlas, provocándome mayor rechazo hacia el mundo y hacia mí, además de un dolor que me doblaría en dos de forma continua. Tras la primera, las demás fueron cayendo una tras otra. Lo inesperado, el efecto sorpresa, fue su perdición, porque los años de experiencia las habían llevado a creer que no reaccionaria nunca. Se fiaron en exceso de la repetición y la costumbre. Se creían seguras en un cerebro con un esquema mental tan rígido como una piel secada al aire y siempre presente cuando lo consciente salía a pasear. Las mastiqué una a una, perdiendo el asco y viendo el beneficio en cada movimiento de mi mandíbula. Tragándolas con la dificultad del niño al que la carne se le ha hecho bola, pero no dejando de hacerlo por ello. Y digerí todas esas ideas. Me miraron despedazadas cuando los jugos gástricos aún no las cubrían, asustadas y desconcertadas. Y se fueron sumergiendo una a una hasta desaparecer. Digestión a golpe de omeprazol... pero digestión al fin y al cabo.
* La destrucción de pequeñas ideas