jueves, 2 de octubre de 2008

Filosofía callejera


Hace unos días callejeaba por una zona que desconocía en busca de una oficina de correos. Bajé una cuesta y me topé de frente con la pared de la foto. Iba muy cargada y, como pude, con maneras de malabarista, saqué mi teléfono y tome esta foto. De pronto, miré a mi derecha y me encontré un hombrecillo de esos de la tercera edad que parecen puestos por el ayuntamiento; lo mismo te hacen gestos para ayudarte a aparcar, que se paran a tu lado, en cuanto bajas la guardia, y te comentan aquello que les viene a la cabeza. Se quedó a mi lado mirando la pared y dijo:

- Veo que se ha dado cuenta de que contamos con verdaderos filósofos en el barrio, y por su interés, parece que la filosofía es de su agrado.

Le sonreí y le dije que verdaderamente había llamado mi atención. Continué mi camino, ya más lenta y pensativa, y concluí que el graffiti era cutre y se había cargado la parte trasera de una casa... pero me resultaba agradable por un motivo: no imaginé que a esa conclusión hubiera llegado ni un treintañero ni un cuarentón, sino que, de pronto, un adolescente cargado de egocentrismo, había sufrido una transformación... Ahora veía al otro y le sentía tan único como hasta el momento se había sentido él. Y sobre todo... cargó con un spray y quiso que todos participáramos de su revelación.

A mi me pareció todo un canto al amor.