domingo, 3 de mayo de 2009

Mandato

Ray Caesar

Hazlo y hazlo ya. Camina sigilosa, si puedes de puntillas, y comprueba que ni te miras ni te estás siguiendo. Abre la puerta empujando previamente un poco hacia ti. Demasiado tiempo cerrada. Sólo así conseguirás desencajarla. Empuja con fuerza pero no olvides ser muy silenciosa. Déjala entornada, o mejor coloca uno de tus zapatos atravesado de manera que no pueda cerrarse; volverás corriendo y es necesario que te resulte fácil encontrar la salida. No te asustes por lo que veas, no haberlo visto antes no significa que no haya estado ahí y así desde hace tiempo. Cierra los ojos de vez en cuando si te resulta insoportable y continúa tu camino tanteando a tu alrededor: el miedo a la oscuridad, antes o después, será mayor que tu parálisis. Oirás dos latidos: no te asustes, suele ocurrir, tú sabes que es uno con unos segundos de retardo. Las paredes amortiguarán tus golpes cuando ya te encuentres cerca. Gatea si el vaivén te hace perder el equilibrio; vas descalza y tus pies te ayudarán a propulsarte. Asegúrate de vez en cuando que conservas tus herramientas. Toca tu mochila cuantas veces necesites; no puedes llegar al final sin ellas. Tu fuerza será mínima y no lo conseguirás sólo con tus manos, no querrás, te serviría de excusa. Cuando pases por tus recuerdos ya tienes que haberte aislado y bloqueado todos tus sentidos. En los simulacros lo hiciste bien y sé que sabrás hacerlo, pero recuerda: la señal es el líquido viscoso que te envolverá. No des un paso más sin protegerte o ese punto será el final. El bamboleo aumentará y sentirás debilidad: sigue sin mirar atrás. No esperes un cordón perfecto o una unión limpia. Será como un cáncer, con hilos enrevesados, cruzados, pegados entre sí y adheridos a cualquier lugar. Sangre, mucha sangre, y oscuridad, y desesperación. Te llevará tiempo, sí, pero ganarás cada minuto a partir de tu vuelta. Llora, moquea, jadea, grita si lo consideras necesario; una vez en esa cámara profunda nadie excepto tú podrá oírte. Bienvenida a tu averno. No te confundas de lugar. Pasarás por sitios similares pero sabrás que no es el “lugar” porque sonreirás o caminarás más despacio cuando pases junto a ellos. Sus puertas estarán selladas y no son ya peligrosas. Este lugar esta vivo, lleno de olores y sabores que te doblarán de dolor, que te harán dudar, que te licuarán. No desfallezcas. Trabaja como un labriego: corta, limpia, arranca, quítate el sudor y sigue sin descansar. Que no quede nada. Mátalo todo. Seca raíces y brotes (no olvides los brotes, por favor). La sala ha de quedar desierta, limpia, renovada, sin nada a lo que aferrarte. Nada. O revivirá. Tu vida por su vida.