Pedir un deseo implica adentrarse en un camino sin nombre. Abrir puertas que quizá nunca se habrían abierto. Cambiar el rumbo de nuestras vida e incluso desmoronarla. Sufrir y no entender: "¿por qué me ocurre a mí esto?" Influir en tu vida y en la de los que te rodean. Hacer del vuelo de una mariposa, un vendaval y después un huracán.
¿Acaso somos conscientes del poder de los deseos?
Hay quien deseó ser rico sin saber que para conseguirlo habría de pasar por la quiebra de su empresa, lo que le condujo a un estado de stress que desencadenó una depresión que su pareja no pudo soportar, terminando solo, sin trabajo y con mucho tiempo, lo que contribuyó a que diera con un nicho de mercado que le enriqueció. Pero, ¿compensa cumplir un deseo cuando hemos de pasar previamente y con desconocimiento por el derrumbe de nuestra vida?
Hay quien deseó aprobar el carnet de conducir a la primera para poder irse de vacaciones en coche, algo que consiguió, no por sus habilidades al volante sino porque ese día, víspera de puente, el examinador quería terminar pronto para no encontrar atasco a la vuelta a casa y poder salir con su familia a pasar el puente fuera, encontrándose en una zona de obras con un conductor inexperto que se le echó encima provocando que se estrellara contra la mediana y no perdonándose nunca el haberse visto envuelto en un accidente que terminó con la vida de uno de sus hijos y con la de un conductor que lucía una L en la luna posterior.
¿Nos paramos a pensar en la responsabilidad de desear algo para los demás?
Pese a ser número 7 según el eneagrama y, por lo tanto, con una idea muy Aristotélica en cuanto a la necesidad de la felicidad como fin último de mi existencia, necesité escuchar todo este razonamiento para darme cuenta del poder de los deseos y de la oración. Ahora mi mantra, o afirmación o deseo, o como quieras llamarlo, siempre es el mismo:
"Deseo que pase lo que pase, sea lo mejor para mí y para los que me rodean" Sin más. Sin especificar. Sin interferir. Quedando en manos de mi destino.
Y quizá no me haga rica en dos días, ni tenga en breve el trabajo de mi vida o me sienta la mujer más afortunada del mundo, pero así me aseguro de ir dando pasitos por un camino con nombre y sin olvidarme nunca de disfrutar del paseo.