domingo, 17 de enero de 2010

Confusión

"Zoom Into The Bloodstream" Linda Nye. (Detalle)

Nunca se había drogado. Había desarrollado un superego tan poderoso que ni siquiera en su adolescencia sucumbió a las tentaciones de sus iguales. La sensación de pérdida de control no iba con ella; necesitaba saber en todo momento qué hacía y cuál era el motivo. Racional hasta la médula, invalidó la mitad de su cerebro hasta aprender a razonar, abstraer, memorizar, atender, planificar, hablar, reconocer, recordar, percibir, orientarse espacialmente, sentir y hasta amar usando únicamente su hemisferio izquierdo. Análisis, raciocinio, control... nada dejaba al inconsciente o la intuición.

Llevaba ya unos días sintiéndose extraña. A veces el aire le entraba con tal fuerza en los pulmones que sentía un par de contracciones justo al final de la inspiración, como si estos se protegieran ante la posibilidad de recibir demasiado oxígeno de golpe. El buccinador, cigomático mayor y menor y risorio de santorini eran inervados con demasiada frecuencia, y su presión sanguínea caía cada noche dejándola hiperventilada y extenuada. Se incorporaba, se sentaba a los pies de la cama y agarraba con fuerza las sábanas -mirando el suelo sin mirar-, mientras trataba de identificar todas aquellas sensaciones. Sentía la sangre correr por su cuerpo con tal intensidad que las palpitaciones le hacían temblar. La cabeza se le abotargaba e incluso se mareaba. Cantidades inusuales de feniletilamina borboteaban en sus venas. Pasó sus dedos por su pecho y se los llevó a la boca; sabor a norepinefrina y oxitocina. Reía y lloraba a la vez. Le miraba. Su cabeza se nublaba y sus cuerpos se trababan. Le esnifaba. Le adoraba...

Durante unos días se orientó mejor. Se dejó llevar por su intuición y profesionalmente logró un ascenso. Recordaba todo aquello que antes había tenido que anotar en su caótica agenda. Su piel se volvió hipersensible. Acarició un perro por primera vez. Lloró viendo las noticias, visitó a sus padres con mayor frecuencia, jugó tirada en el suelo con sus sobrinos y empatizó hasta con el portero. Miraba extrañada a quienes hacían algún comentario que no alcanzaba a entender. Eso fue quizá lo que más le preocupó: pensar que las áreas de su cerebro encargadas de realizar juicios sociales y someter a los demás a valoración se encontraban desactivadas en aquellos momentos.

Pero las drogas son drogas y su efecto es limitado.

Y ahora, ya no huele su ropa, le acaricia los labios, o le mira mientras duerme... pero cuenta con un nuevo GPS con el que orientar su vida mejor.

1 comentario:

Malvada Bruja del Norte dijo...

Me he identificado con algunas partes de tu texto. Yo era como la prota, racional, hasta que entró lo irracional. Sigo sin probar las drogas, sigo sin perder el control, pero experimento sensaciones y dejo paso al tal vez, quizás y puede...